dimecres, d’octubre 13, 2004
El Zapatero y el rey
Las ganas de hacerse notar hacen que las personas caigan en el ridículo. Ya le pasó a Bono con su venerable autocondecoración, con su anuncio de un regreso de tropas a Iraq y ahora con su "gran idea":
Bono añadió que podía haber seguido con la rutina de otros años pero no quiso "que la rutina burocrática de un desfile" impidiera hacer caso a una propuesta que le hizo el Jefe del Estado Mayor de la Defensa de que soldados veteranos, familiares de víctimas del terrorismo y de fallecidos en el accidente del Yak-42, entre otros, "acompañasen al Rey a la hora de ofrecer una corona de laurel a todos los que han dado su vida por España".
Curiosamente, a Bono le han venido críticas desde...¡La Vanguardia! Según ALFREDO ABIÁN - 12/10/2004, Director adjunto, estamos ante un Carnaval antiamericano
El Gobierno español tiene una sorprendente destreza para provocar gestualmente a su homólogo estadounidense. En un afán obsesivo por desmarcarse de la Administración Bush, la guardia de honor de los marines que desde el 2001 desfilaba en la parada militar del 12 de Octubre en Madrid no podrá hacerlo hoy por falta de invitación. Lo que para el anterior Ejecutivo era una manera de rendir homenaje a las víctimas del 11-S, para el actual suponía una servidumbre indeseada. Lo curioso es que para retirar la invitación se haya empleado un argumentario patriotero, acorde con festejos nacionales y días hispánicos, otrora de la raza. Oír que la bandera de las barras y las estrellas sobra porque la España soberana no se pone de rodillas ante un gobierno extranjero debería producir un cierto pasmo. Hemos visto decir tantas veces a Fidel Castro que la famélica Cuba no se inclina ante nadie que nos viene a la memoria aquella España que mandó al matadero caribeño a la escuadra naval del almirante Cervera, aniquilada en cuatro horas de combate. Aquel arrebato patriótico fue tan estéril como el carnaval diplomático que hoy presenciaremos en forma de parada, organizada para quedar bien con Francia, con los republicanos que contribuyeron a liberar París hace 60 años, con los falangistas de la División Azul y hasta con la cabra de la Legión antes que con EE.UU., ese molesto país sin cuyo concurso Europa no se hubiera liberado de sus monstruos autóctonos.
Pues sí, todo vale, todo se mezcla, todo desfila, todo se condecora. Rodríguez y el rey son los únicos que la han jugado bien, por esta vez, observando algo de silencio. Que les dure.
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