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dimarts, de setembre 21, 2004

Bloqueo migratorio 

Hace tres años Xavier Sala-i-Martín
escribía:


muchos de los emigrantes provienen de países donde el 30% de la población tiene SIDA y tuberculosis, y sólo es cuestión de tiempo para que surjan brotes de ébola en España
Habremos de redefinir lo que significa eso de "cuestión de tiempo". Hasta el momento no se ve nada del pronóstico del usualmente acertado economista. También tocará redefinir el significado de la palabra "muchos". La mayoría de immigrantes no proviene los países a los que alude Xavier. Por el contrario, y él lo debe saber, pues sus colegas trabajan el tema: es un hecho al menos para los EEUU, que los inmigrantes tienen un estado de salud mejor que el de los locales. Si algo ocurre es que la salud de los inmigrantes tiende a deteriorarse a medida que se asimilan al país receptor. Xavier también se preguntaba:


Y, por cierto, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a ser flexibles con la ley con la excusa de ser humanitarios? ¿También haremos la vista gorda si algunos inmigrantes deciden prostituir o vender a sus hijas de doce años?
"Cuestión de tiempo", "muchos de los emigrantes" y ahora "algunos inmigrantes". Posiblemente, esto sea lo central en el tema de la inmigración, la delincuencia y la prostitución. Xavier no deja de condimentar su artículo con desproporciones de este tipo.

En el mismo artículo de La Vanguardia escribía:

Curiosamente, uno de los argumentos que se utilizan a favor de la inmigración es que, en teoría, ésta va a solucionar el problema de las pensiones ya que los inmigrantes van a llenar con sus contribuciones fiscales el vacío que dejará nuestra baja natalidad. Aunque ampliamente aceptado, este argumento es falaz y erróneo. Todo estado del bienestar progresivo como el español genera redistribución de rentas en beneficio de los pobres: una vez contados todos los impuestos, cotizaciones, servicios públicos y pensiones, los ricos acaban pagando más de lo que reciben y los pobres recibiendo más de lo que pagan.
(....)
Las listas de espera en los hospitales se alargarán, el número de plazas disponibles en las escuelas públicas se reducirá, habrá menos dinero para los parados y los retrasos del sistema judicial se agudizarán.
(....)
Una posible solución (y admito de entrada que es políticamente irrealizable, pero puede ayudar a pensar en el problema) sería el cobro de una cuota de entrada a toda persona que desee inmigrar a España, con el objetivo de compensar las pérdidas que se causa a los que han construido el estado del bienestar con sus cotizaciones de muchos años.
Está muy claro. El inmigrante es perjudicial para los locales. Es una persona pobre, que por tal, en un estado de bienestar, recibirá más de lo que cotiza. Si en algo hay que pensar es cobrarle una cuota de entrada. El que no paga no entra.

Curiosamente, recientemente ha escrito, también en
La Vanguardia:

"La inmigración, pues, no sólo no va a salvar el sistema de pensiones sino que sólo va posponer a su quiebra… como si fuera un gran crédito bancario intergeneracional".
El estado de bienestar quebrará. La inmigración no lo salva, pero posterga su quiebra. No la precipita. No alarga las listas de espera en los hospitales, ni reduce las plazas en las escuelas (Hem d'esgarrifar-nos?). Ahora los inmigrantes dan un "gran crédito bancario intergeneracional". Son los prestamistas de la película. (También escribiría "¡No! No digo que la inmigración sea perjudicial". Se nota un ligero cambio de postura).

Sin embargo, ocurre simplemente que tanto la conclusión de hace tres años como la de hace un mes son precipitadas.

En primer lugar, el autor tendría que aclararse sobre el tema de las pensiones. ¿La inmigración precipita o posterga la quiebra del estado de bienestar? No es evidente, ¿no? Pues bien, los economistas suelen construir modelos y decir. "bajo estas condiciones, la inmigración precipita la quiebra del estado de bienestar. Bajo estas otras, la inmigración posterga dicha quiebra". Supongo que definirán una variable llamada T (= duración del estado de bienestar) y habrá condiciones bajo las cuales la inmigración aumente T y otras que reduzcan T. Salvar el estado de bienestar significaría que T tiende al infinito. Sin embargo, Xavier con un razonamiento muy simplista (seamos positivos y pensemos que lo hace con fines de divulgación), ya ha decidido que la inmigración no alivia el déficit previsional.

En segundo lugar, los inmigrantes llegan pobres, pero experimentan una mejora sustancial en sus ingresos a medida que se asimilan a la nueva economía. El ser pobre no es una "condición humana" inalterable. Un inmigrante pobre que llega a Catalunya trae o forma una familia que será parte de los nuevos catalanes. Será gente educada aquí, sabrá de ordenadores, y no necesariamente será pobre toda su vida. Catalunya pudo absober la inmigración proveniente de las regiones más pobres de España, hasta hace algunas décadas un país del tercer mundo con todo lo que esto implica.

En tercer lugar, por supuesto, Xavier tiene razón cuando dice:
"Si realmente queremos ser solidarios, lo mejor sería eliminar las barreras
comerciales que dificultan la entrada de productos agrícolas y que impiden
que los ciudadanos africanos se ganen la vida en su propio continente. El
problema es que ahí topamos con el poderoso lobby político de los
agricultores europeos y con eso no se juega."

Tiene razón, aunque la razón para la entrada de esos productos no es "humanitaria", sino económica. El consumidor es el que paga el sobreprecio de esas políticas. Es una política del estado de bienestar que redistribuye ingresos de los más pobres a los más ricos, de la mayoría a una minoría. Jordi Pujol, mucho más concertador, escribiría también al respecto:
Quizá si se permitiese la entrada de más plátanos ecuatorianos habría menos
inmigrantes ecuatorianos.

La política oficial europea es de distorsionar el mercado y rechazar a los plátanos ecuatorianos y a los ecuatorianos mismos. Los "estados de bienestar" acaban por reducir el bienestar.

Tanto en el artículo de hace tres años como el de hace algunas semanas, Xavier resalta que la inmigración es un tema de humanitarismo, de solidaridad, etc. A dicho economista no puede habersele pasado por alto el aspecto económico de la inmigración. De la misma forma como los países pobres reciben capital y las políticas proteccionistas que lo impiden son contraproducentes, los países ricos reciben trabajo y caer en el proteccionismo es contraproducente. Es curioso que un economista que divulga el liberalismo (sobre todo para los países más pobres) ponga el énfasis en lo malo que es el flujo del factor trabajo a su país de origen. Hace poco su colega, también de Harvard, Gregory Mankiw, no tuvo ningún problema en decir que la subcontratación internacional era buena para los Estados Unidos. Hubo protestas proteccionistas, en especial de Lou Dobb de CNN, obsesionado conductor de una campaña contra la inmigración y la subcontratación internacional.

Finalmente, está el argumento de la diversidad como fuente de ruina del estado de bienestar:
La diversidad que conlleva la inmigración, pues, acaba rompiendo los lazos de identidad común que sustentan el estado del bienestar. Y eso no son elucubraciones descabelladas. Ustedes mismos pueden escuchar con creciente y preocupante frecuencia frases xenófobas pronunciadas por conciudadanos nuestros sobre “esa gente que va al hospital sin haber contribuido nunca y que pone a nuestros familiares, que sí han pagado toda la vida, en listas de espera” o “esos inmigrantes que quitan a nuestros hijos los puestos en las escuelas concertadas”. ¡Cuidado que por ahí empieza la fractura social!
Antes de la inmigración de la que habla Xavier, hubo en Alemania quien decía frases parecidas a las que él encuentra tan sensatas: "los judíos son la causa de nuestra infelicidad", "los judíos nos quitan los empleos". Por supuesto, quienes supuestamente causaban la "fractura social" era los judíos, no los racistas que les acusaban.

Europa no es ni ha sido nunca una realidad homogénea. Desde Catalunya deberíamos saberlo. Siempre se nos ha dicho que afirmar nuestra identidad atenta contra la solidaridad interregional, propia del estado de bienestar español. Y por supuesto, no hemos pasado por ese aro. Cada estado abriga una gran heterogeneidad: Francia, Italia, España, Alemania. Por supuesto, todos somos más o menos blancos. Ya, pero eso nos nos importaba, pues nos veíamos diferentes, lo suficiente para escabechinarnos por siglos. Considerarnos homogéneos es un resultado, no un requisito del estado de bienestar. La correlación estadística encontrada por sus colegas no sustenta para nada sus proposición que la "inmigración rompe la identidad que sustenta el estado de bienestar". La tarea es asimilar a los inmigrantes, no de acusarles de traer "caballos de Troya". Esto es así para un estado de bienestar o para un estado menos interventor, pero que invita a los inmigrantes a sumarse a la comunidad estatal, que puede tratarse de una comunidad multicultural que respeta las diferencias (un ente estatal, por ejemplo, donde exista una pluralidad idiomática y cultural, como desde hace tiempo hemos venido reclamando en Catalunya). Haríamos mucho mejor en desbloquearnos mentalmente y plantearnos una política de incorporación de los nuevos catalanes a la vida civil, que poner el énfasis en la alarma porque los inmigrantes supuestamente traen enfermedades, delincuencia y la destrucción de la economía y sociedad en que vivimos.

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